El Amor es así en El Maní

El amor es invisible,
entra y sale por donde quiere,
sin que nadie le pida cuenta
de sus hechos.

Miguel de Cervantes






En una avenida de nombre Solano de Caracas, capital de Venezuela, el quinto exportador de crudo del mundo, aunque esto poco importa, hay un pequeño rincón donde el Amor va los jueves en la noche a tomarse una cerveza, fumarse un cigarro y escuchar la “rumba, rumba-rumba-rumba, que buena es la rumba” del grupo El Guajeo.

Ese lugar lleva el nombre de una leguminosa de frutos pequeños que producen un aceite parecido al sudor de quienes allí bailan: El Maní, es así…

El vigilante de la puerta trata a el Amor de forma deferente cuando él llega. No es que lo salude o le sonría, sólo lo deja pasar sin revisarlo. Sabe que no tiene armas; aunque sospecha que puede hacer mucho daño.

Veinte años han llenado las cuatro paredes del recinto de fotografías de almas inquietas:

Luego de unas horas de alcohol y nicotina algunos de sus visitantes han asegurado haber visto que la foto de Andrés Eloy Blanco se pone a conversar con la de Armando Reverón sobre la luz de las farolas que “medioiluminan” el lugar; o al retrato de Celia Cruz invitando al de Fidel Castro a bailar para quitarse la amargura.

El Amor se sienta en la barra triste porque desde hace tiempo no se ve reflejado en los espejos del lugar.

En el centro de la pista baila la pareja perfecta: Él venezolano, ella europea… por un momento el Amor se emociona, se les acerca, pero aún así no logra ver su reflejo.

Mareado, nuestro amigo sigue rumbo al baño. Para evitar confusiones los dueños han pintado una dama antañona en una de las puertas y un cazador en la otra. El Amor no sabe por cual decidirse pues él no tiene sexo.

Por fin lo hace y al entrar se tropieza con alguien que vomita en una de las pocetas. Su malestar no es producto de haber mezclado ron con cerveza, o marihuana con Belmont. Es un vomito de rabia, de dolor, de impotencia…

Cuando el Amor se acerca a ayudarle es rechazado: - Por ti es que me encuentro así – le gritó Almaenpena -. Desde que te conocí ya nada le da paz a mi espíritu. Luego de lo cual ésta salió del baño dejando al Amor en el suelo de cemento pulido.

Almaenpena atraviesa la pista de baile y choca con la pareja perfecta, e inmediatamente reconoce a la persona por quien daría con gusto su vida.

El Amor sale del baño y se estremece al verse reflejado en el espejo que hay detrás del trío.

Luego del cruce de miradas Almaenpena sale del local mientras irónicamente suena el son de “Eh, eh, eh, tu amor me hace bien, eh ,eh eh…”

El Amor se detiene por un momento a observar a la pareja perfecta: Ella lo besa a él; él recorre con su mano el final de la espalda de ella. Ninguno de los dos se ama.

Aturdido sale detrás de Almaenpena y la encuentra a una cuadra de El Maní caminando por la acera como equilibrista de circo. Un brillo de puñal sale a su encuentro pero luego se esconde asustado por el paso del Amor: Es que Dios cuida a los despechados…

Almaenpena sigue su camino atravesando la alfombra de ratas que atrae un container de basura. El remolino de roedores se le asemeja a la docena de bailarines de salsa que dejó atrás.

El Amor la sigue hasta el semáforo, la esquina, la reja, el ascensor, el largo pasillo, la puerta, la colchoneta… donde finalmente ve a Almaenpena despedirse de la vida.

Así es como cada jueves el Amor va a El Maní a tomarse una cerveza, fumarse un cigarro, escuchar la “rumba, rumba-rumba-rumba, que buena es la rumba” del grupo El Guajeo… en espera de alguien que le devuelva su reflejo।
(*) Escrito en Agosto de 2006 en el Taller de crónicas de Pablo Antillano en el Celarg

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